El relato del Evangelio de hoy (Lc 17, 11-19) tiene un esquema parecido. Jesús, camino hacia Jerusalén, pasaba entre Samaría (país ajeno para los judíos) y Galilea. Lo diez leprosos que le salieron al encuentro eran los marginados de uno y otro lado. Según el texto, nueve judíos y un samaritano. Jesús les mandó que se presentaran a los sacerdotes. Fueron y se curaron. Sólo uno de los diez se volvió a Jesús, se postró ante él dándole gracias, y dando gritos alababa a Dios. Y lo curioso es que este era el samaritano, el extraño a los judíos. Los otros nueve, ¡Qué desagradecidos!
Pablo (2ª lectura), hablando a Timoteo, nos asegura que si morimos con Jesús, viviremos con él, y si perseveramos, reinaremos con él.
Nosotros podemos sacar algunas conclusiones:....

Oración: Gracias, Señor, por habernos llamado a la salvación

Te damos gracias, Señor,
porque nos curas de nuestras heridas.
Nos curas de las enfermedades
que nos alejan de los demás,
que nos hacen sentir humillados,
solos en medio de la gente.

Pero, aunque todos nos marginaran,
Tú nos haces sentir libres,
queridos, agradecidos, consolados.
Ninguna prisión es capaz de encadenar tu amor,
ningún calabozo puede oscurecer tu luz.

Gracias por habernos llamado a la salvación,
por haber venido a encontrarnos,
sin importarte nuestro origen
ni nuestra condición social.

Has venido a buscar a cada uno de nosotros,
de manera personal, de tú a tú.
Gracias por este privilegio.

Danos un corazón capaz de ver tu acción,
que no nos dejemos llevar por la soberbia
ni por la autocomplacencia,
sino que siempre seamos humildes
para reconocer que no somos merecedores
de todo lo que haces en nosotros.

Sólo así nacerá la alegría
y el agradecimiento sincero
de nuestro corazón.

"La Misa de cada día", de la Editorial Claret