El mensaje de la Palabra de Dios, en este domingo, tiene como tres ámbitos de contenido: la Luz, el Señor es la Luz para su Pueblo y para nosotros; el seguimiento de Jesús, de aquellos primeros discípulos, y de todos nosotros, los cristianos; la llamada apremiante de Pablo a superar las divisiones y vivir como hermanos.
El profeta Isaías anuncia la liberación de su Pueblo de la situación humillante de sus opresores. Al Pueblo que estaba en la oscuridad y la depresión, le anunció la visita de su Dios, que le había de iluminar y liberar, llenándolo de gozo y alegría. El salmo responsorial hace eco de ello: “El Señor es mi luz y mi salvación”.
El Evangelio nos ofrece dos grandes lecciones:
a) Cristo es Luz para todos los pueblos. Jesús con su luz nos abre los ojos a la luz “Tu luz nos deja ver la luz” (Sal 35). Cristo es visto como una “luz grande” que llega a la Galilea de los gentiles, de los paganos. Llega la luz a todos los pueblos con un mensaje clave: “Convertíos porque está cerca el Reino .....

Oración: Que tu llamada transforme nuestras vidas

Señor Jesús, tú que has venido
a restaurar la fraternidad
entre todos los pueblos,
todos unidos como una sola familia
alrededor de la mesa del banquete de tu Reino,
tú que has venido a recapitular
todo el universo en ti mismo,
tú que lo has rescatado
con el precio de tu sangre,
aleja de nosotros el veneno de las desavenencias
y el pecado de las divisiones.

No tenemos derecho a llamarnos tus discípulos
si no nos aceptamos como hermanos,
si fomentamos las suspicacias
y alimentamos la intolerancia,
si hacemos correr los rumores y las sospechas.

Que nuestras comunidades cristianas
sean espacios cada vez más luminosos,
llenos de miradas limpias, palabras claras
y brazos acogedores.
Que tu llamada transforme nuestras vidas
y nos haga testigos de buenas noticias
y portadores de salud para todos.

"La Misa de cada día", de la Editorial Claret..