La liturgia de la Palabra en este domingo nos pone la meta de nuestro vivir cristiano muy alta.
1ª lectura. El texto del Levítico nos insta a ser santos porque lo es nuestro Dios. Decimos que Dios es santo y que Dios es amor. Lo opuesto es el odio. Debemos imitar a Dios, en nuestro amor a Él y a nuestros hermanos, para ser santos; y evitar toda clase de venganza, rencor u odio contra el hermano.
2º El Evangelio. Sigue la fórmula literaria del díptico, como el pasado domingo: Habéis oído que se dijo, pero yo os digo. Suenan demasiado fuertes...: el ojo por ojo, diente por diente; amarás a tu amigo y aborrecerás a tu enemigo. Pero yo os digo, dice Jesús: al que te hace mal, no le hagas daño, perdónalo; a tu enemigo, perdónalo, ámalo. Las exigencias del Señor, nos parecen extrañas por lo duras y difíciles que son. ......

Oración: Esparcir por el mundo la semilla del Reino

Cuando alguien me hace daño, pienso enseguida
que el mundo está podrido,
que no puedo fiarme de nadie
y que he de usar mis armas
para sobrevivir.

Y así se va propagando,
de generación en generación,
el egoísmo, la violencia, la mentira,
la desconfianza y la venganza.

Tú has venido, Señor,
a romper este círculo vicioso,
a redimir este pecado original.
El fuego no se vence con más fuego,
y el mal no se vence con más mal.
El fuego se vence con el agua
y el mal se vence con el bien.

Que el agua de tu bautismo,
por el cual nos identificamos contigo,
nos haga capaces de esparcir por el mundo
la semilla del Reino que tú has plantado,
y que germinen en él la paz y el bien.

"La Misa de cada día", de la Editorial Claret