El cuarto domingo de Adviento nos sitúa ya a las puertas de la Navidad. Está ya muy cerca. Nos presenta a la Madre del Mesías esperado, aunque el acento puesto en la duda de José, su prometido. El evangelio de Mateo empieza con la genealogía de Jesús, hijo de David, hijo de Abrahán. El nombre de Jesús será Jesús, que significa “El Señor salva”. Es el Dios-con-nosotros, el Emmanuel.
Nosotros nos queremos preparar de todo corazón, para que realmente la venida de Jesús que vamos a celebrar transforme nuestras vidas y nos haga mensajeros de su amor.
Son días de fiesta y de alegría, una fiesta y una alegría que está ya presente por todas partes. Para nosotros porque va a nacer Jesús. Y esa alegría cristiana nos une más a Jesucristo y nos abre a su Buena Noticia.
Como José, como María, nosotros queremos recibir a Jesús y queremos que su venida sea una luz brillante para el mundo entero. La luz de Jesús ilumine toda oscuridad y nos haga a nosotros constructores de esperan.

Oración: Abiertos a acoger el proyecto de Dios

Jesús, Señor y hermano nuestro, estamos a punto
de celebrar, un año más, tu Navidad.

Hay personas que sólo la celebrarán
consumiendo más o gozando de vacaciones.

Otros no podrán hacer ninguna celebración,
preocupados apenas por sobrevivir.

Nosotros nos proponemos celebrarla y vivirla
a partir del evangelio y renovando la fe.

Te damos gracias porque, al venir al mundo,
eres la gran señal de que Dios ama a todos,
a los que le conocen y aman como Padre
y a los que no le conocen o incluso lo rechazan.

Hoy te pedimos que, como José,
estemos abiertos a acoger el proyecto de Dios,
que no nos inventemos una fe a nuestra medida,
sino que sepamos aceptar y poner en práctica
la propuesta que Dios nos dirige,
aunque no la entendamos totalmente
o supere nuestros cálculos humanos.

Te pedimos especialmente, Señor Jesús,
que no tengamos miedo de recibirte y seguirte
como salvador y guía de la humanidad.

Que seamos capaces de creer
que Dios está realmente con nosotros,
profundamente comprometido con nuestra vida,
compartiendo nuestras alegrías y sufrimientos
y animándonos en nuestra misión
de llegar a ser hijos e hijas suyos en plenitud,
viviendo de un modo más humano y fraterno.

"La Misa de cada día", de la Editorial Claret