Domingo XXIX T.O. El juez y la viuda
Sábado 15 de octubre de 2016
En la 1ª lectura (Ex 17, 8-13) se trataba de ganar una batalla confiando en el Señor. Moisés lo iba a hacer levantando las manos, haciendo un signo físico de orar ante Dios. Y sucedió que, mientras Moisés permanecía así orando a Dios ganaban los Israelitas, cuando las bajaba les ganaban los contrarios. Se las tenían que arreglar para tenerlas siempre levantadas, y así ganaron la batalla los Israelitas. Esto nos sugiere a nosotros hoy, la necesidad de tener abierta y alzada a Dios, no sólo las manos, sino también la mente, el corazón, la vida entera para ganar las muchas batallas -dificultades, tentaciones, problemas, materialismos- que se nos van presentando en nuestra vida cotidiana.
En el Evangelio de hoy (Lc 18, 1-8), Jesús explica a los discípulos: “cómo tenían que orar siempre sin desanimarse”. Les pone una parábola. Ante una injusticia, no podemos lavarnos las manos, porque de una u otra manera,........
Oración:
La oración me abre a ti y activa en mí la confianza, la fe, el compromiso
Seguro que sabes, Señor Jesús,
que no conseguirás que deje de rezar
por la salud y el bienestar de las personas
que quiero, y por tantas otras cosas
que pienso que serían muy convenientes
para que el mundo fuese mejor.
Si no están a mi alcance te las encomiendo a ti
y me quedo tranquilo.
Tú me dices que siga rezando
con perseverancia y paciencia.
No es que te guste hacerte de rogar
y ponerme a prueba.
Es que tu misericordia ya ha hecho
y sigue haciendo lo que hace falta de verdad,
tanto si rezo como si no.
Pero mi oración no es inútil.
A ti no te hace falta, pero a mí sí.
La oración me abre a ti y activa en mí
la confianza, la fe, el compromiso
y todas las energías espirituales
que tú siempre derramas sobre mí
y que yo a menudo dejo pasar de largo.
"La Misa de cada día", de la Editorial Claret