Hoy es el domingo de Pentecostés, el último día de la cincuentena pascual. Celebramos la venida del Espíritu Santo sobre la comunidad de los Apóstoles y sobre la Iglesia de Jesús. Sin el Espíritu a la Pascua le faltaría algo. Completa la Pascua iniciada con el misterio de la Muerte y Resurrección del Señor Jesús. Un ruido, como viento recio, llenó la casa donde estaban sentados, encerrados, miedosos. Unas lenguas como llamaradas de fuego encendieron el corazones de los discípulos. Un único lenguaje, el del amor, es el que hablan unánimemente y el que entienden los que escuchan a los discípulos del Señor. El Espíritu es viento recreador. Es fuego que purifica. Es luz que ilumina. Es don para el bien común. El Espíritu todo lo unifica para la comunidad que tiene su fundamento en Jesucristo. Dejarse llevar por el Espíritu es vivir en comunión.
Jesús, el enviado del Padre, envía a los discípulos. El Espíritu es el que nos urge a la misión, y acompañará en la misión de hacer resonar el Evangelio en todas las partes. Pedimos que el Espíritu realice hoy “aquellas mismas maravillas que obraste en los comienzos de la predicación evangélica” El Espíritu tiene un papel fundamental en nuestra vida cristiana. Que no nos falte el aliento y la fuerza de Pentecostés en nuestras familias, ciudades y comunidades parroquiales.