Domingo de la Sagrada Familia
Sábado 27 de diciembre de 2014
Recordamos en este domingo la Sagrada Familia de Jesús, María y José. El pasado miércoles contemplábamos aquel Niño nacido en Belén, y le reconocíamos en Él la Luz y la Vida de Dios. Y hoy le contemplamos formando parte de una familia humana como las nuestras, con María y José que lo cuidan y le quieren, y donde él va abriéndose camino en este mundo.
La nota de los obispos de la Subcomisión para la Familia y Defensa de la Vida lleva este año como título: “La alegría del Evangelio de la Familia”. Y es que la familia es un evangelio, es una buena noticia, es la mejor noticia, la más alegre para un mundo tan necesitado de afecto y cordialidad. Y no solo es noticia sino hecho, verdad gozosa en medio de una sociedad tan compleja y difícil, tan secular. En la familia recibimos el primer aliento, el primer beso. En ella hemos sido reconocidos y aceptados sin condiciones; en ella hemos sido educados en el respeto sagrado a toda vida humana, en la convivencia edificante. Cuando en las encuestas se pregunta, a los adolescentes y jóvenes, qué cosas son las más valoradas, en general, dicen que la familia. Da que pensar, por tanto, que por más que se hable de crisis de la institución familiar, hoy se sigue deseando y necesitando el calor y el apoyo de la familia.
La Sagrada familia puede ser, para nuestra sociedad tan dispersa y fragmentada, una pista y un modelo que no caduca, en el diálogo, en el respeto, el cariño y la confianza en Dios. Es la familia, como dice el Papa Francisco el ámbito “donde se aprende a convivir en la diferencia y a pertenecer a otros, y donde los padres transmiten la fe a sus hijos” (Evangelii Gaudium n.66). Que el ejemplo de la Sagrada Familia nos ayude a todos a ser testigos fieles de la alegría del Evangelio de la familia, a ser “piedras vivas” de comunidad.
Oración: Ayúdanos a ser constructores de vida familiar
Te agradezco, Padre, porque con Jesús y el Espíritu
sois una familia, la primera de todas;
por la relación familiar
que Jesús vivió en Nazaret
con José, María y sus parientes;
porque Él nos enseña a considerarte como Padre
y nos da a conocer tu deseo de reunir
a toda la humanidad en una gran familia.
Te doy gracias también
por la familia donde nací, fui acogido
y donde sentí el valor de ser amado
y estar al servicio de los demás;
por la fe y la pertenencia a la familia eclesial
que de modo muy natural me transmitieron.
Te doy gracias por la comunidad cristiana,
que es la familia
donde cada día compartimos la fe,
el pan de la Palabra y de la Eucaristía
y donde nos ayudamos a vivir
como discípulos de Jesús
y servidores de nuestros hermanos.
Haz, Padre, de todas las comunidades cristianas
testigos vivos y alegres del Evangelio;
que cada familia sea un hogar
donde el amor mutuo sea el valor más grande
y donde cada persona sea acogida
como un regalo tuyo para los demás.
Te pido por los que viven solos,
sin calor familiar,
especialmente ancianos y enfermos;
por los que nunca han conocido una familia;
por las familias que no resisten
ante los problemas económicos o de convivencia;
por las comunidades cristianas
que no viven o pueden perder
el clima fraterno y familiar.
Que tu amor y la fuerza del Espíritu
nos ayuden a ser, como Jesús,
constructores de vida familiar.
"La Misa de cada día", de la Editorial Claret