Solemnidad de Todos los Santos
Viernes 30 de octubre de 2020
Empezamos el mes de noviembre con dos días que centran nuestra atención en mirar arriba más allá de la vida de este mundo: la solemnidad de todos los Santos
y la conmemoración de todos los fieles Difuntos.
Hoy se nos propone la fiesta de tantos hombres y mujeres que aunque no estén proclamados SANTOS y no estén en los altares, también han vivido la plenitud de la
vida con Dios y han vivido suficientemente las Bienaventuranzas. Son los
anónimos, pero que nos animan a llegar a donde ellos han llegado. La
santidad es para todos. Es la vocación común e inclusiva. El Señor nos
quiere “santos”. Y lo seremos si vivimos un amor sincero y activo al Dios de
la Bienaventuranzas y a los hermanos. Amor paciente, gratuito, sacrificado,
generoso, altruista, desinteresado, que empuja a servir y a no ser servido, a
comprender más que a ser comprendido, a perdonar, a aceptar, escuchar,
acoger, ayudar y liberar. El Papa Francisco nos dice que la santidad está “en
la puerta de al lado”...
Oración: Han vivido las bienaventuranzas, y ahora son bienaventurados
Señor, te damos gracias por todos los santos,
por todos los hombres y mujeres que te han conocido,
y este conocimiento ha transformado sus vidas.
Tú has limpiado su corazón
para que te puedan contemplar,
y esa contemplación los ha santificado.
Comparten la alabanza de los ángeles en el cielo,
pero también conocen los sufrimientos de la humanidad.
Han creído y han vivido las bienaventuranzas,
y ahora son bienaventurados.
Han soportado dificultades y persecuciones,
sufrimientos e incomprensiones,
calumnias y contrariedades,
pero lo han vivido todo con fe,
con esperanza
y, sobre todo, con caridad.
Tú no los has abandonado,
los has rescatado y les has permitido
vivir la plenitud de tu paternidad.
Son un ejemplo para nosotros,
un testimonio vivo que nos anima a seguir sin desfallecer,
soportar pacientemente los momentos de tribulación,
consolados por la esperanza que jamás nos defrauda.
Señor, purifícanos de nuestras carencias,
haznos limpios de corazón
para que podamos contemplar tu rostro.
"La Misa de cada día", de la Editorial Claret