
En el Tercer Domingo de Adviento, también llamado Domingo de la Alegría, la Palabra de Dios nos llena de esperanza y consuelo. El profeta Isaías anuncia que Dios viene en persona para salvarnos y transformar el dolor en gozo: los débiles recobran la fuerza y los tristes vuelven a cantar. El salmo es una súplica confiada: “Ven, Señor, a salvarnos”, expresando el deseo profundo del corazón humano. La carta del apóstol Santiago nos anima a tener paciencia y a fortalecer el corazón, porque el Señor está cerca. En el Evangelio, Juan el Bautista pregunta a Jesús si Él es el Mesías esperado, y Jesús responde con signos de vida, sanación y esperanza. En este tiempo de Adviento, se nos invita a alegrarnos, a confiar y a reconocer que Cristo ya está actuando en medio de nosotros, trayendo salvación y nueva vida.
