
Este domingo celebramos la Jornada Mundial de las Misiones (DOMUND), una ocasión especial para renovar nuestro compromiso con la misión universal de la Iglesia. La Palabra de Dios nos invita hoy a perseverar en la fe, a sostenernos en la oración y a ser testigos activos del Evangelio en el mundo.
En la primera lectura del libro del Éxodo (Ex 17, 8-13), Moisés ora con los brazos en alto mientras el pueblo combate. Su perseverancia simboliza la fuerza de la oración que sostiene la misión de todos. También los misioneros —en lugares lejanos o en nuestra vida cotidiana— necesitan que mantengamos “los brazos levantados” en oración por ellos.
El Salmo 120 proclama con confianza: “Nuestro auxilio es el nombre del Señor, que hizo el cielo y la tierra.” Toda obra misionera nace y se apoya en esa certeza: no actuamos por nuestras fuerzas, sino por la gracia del Dios que acompaña siempre a su pueblo.
San Pablo, en su carta a Timoteo (2 Tim 3,14–4,2), anima a permanecer firmes en la Palabra y a proclamarla “a tiempo y a destiempo”. Es el mismo llamado que hoy recibe cada cristiano: anunciar el Evangelio con valentía, en cualquier lugar y circunstancia.
Finalmente, en el Evangelio según san Lucas (Lc 18,1-8), Jesús nos enseña a orar sin desanimarnos, seguros de que Dios escucha el clamor de sus elegidos. La misión, como la oración, exige constancia, fe y esperanza activa.
En este DOMUND, pidamos al Señor que fortalezca a todos los misioneros y que nosotros mismos seamos testigos perseverantes de su amor. Que nuestra oración, nuestra ayuda y nuestro compromiso hagan visible el rostro misericordioso de Dios en todos los pueblos.