
Cada 1 y 2 de noviembre, la Iglesia Católica celebra con profunda fe y esperanza dos solemnidades llenas de significado: el Día de Todos los Santos y el Día de los Fieles Difuntos. En la primera, honramos a todos aquellos hombres y mujeres que, habiendo vivido con fidelidad el Evangelio, gozan ya de la presencia de Dios en el cielo, incluso a los santos desconocidos que no figuran en los calendarios litúrgicos. En la segunda, elevamos nuestras oraciones por todos los difuntos, especialmente por aquellos que aún esperan alcanzar la plenitud eterna del Reino.
Estas jornadas nos invitan a contemplar el misterio de la comunión de los santos, a fortalecer nuestra esperanza en la vida eterna y a renovar nuestro compromiso de caminar con santidad en la tierra. Como comunidad parroquial, unámonos en la oración, en la memoria agradecida y en la confianza en la misericordia de Dios, que promete la resurrección y la vida sin fin para todos sus hijos.
