

Este domingo celebramos Pentecostés, una de las fiestas más importantes para los cristianos. Recordamos el momento en que el Espíritu Santo descendió sobre los apóstoles, como nos cuenta el libro de los Hechos. Fue el inicio de la Iglesia, cuando comenzaron a anunciar el Evangelio a todas las naciones. El Salmo nos invita a pedir que ese mismo Espíritu venga hoy a renovar la tierra. En la carta a los Corintios, San Pablo nos recuerda que, aunque somos diferentes, el Espíritu nos une y nos hace parte de un solo cuerpo: la Iglesia. En el Evangelio de San Juan, Jesús resucitado se aparece a sus discípulos, les da su paz y sopla sobre ellos el Espíritu Santo, enviándolos a continuar su misión. Hoy, también nosotros recibimos ese envío: abrirnos al Espíritu y ser testigos del amor de Dios en medio del mundo. ¡Ven, Espíritu Santo!
Este domingo celebramos la Ascensión del Señor, una solemnidad que llena de esperanza nuestro camino de fe. Jesús, después de resucitar y compartir con sus discípulos, es elevado al cielo delante de ellos. Pero no se despide con tristeza, sino con una promesa: enviará al Espíritu Santo y estará siempre con nosotros. El salmo nos invita a alabar a Dios con alegría, porque Cristo ha sido glorificado. San Pablo, en la carta a los Efesios, nos recuerda que Jesús, sentado a la derecha del Padre, es Señor de todo y guía a su Iglesia. En el Evangelio, vemos cómo los discípulos, lejos de quedar tristes, regresan alegres, adorando a Dios y esperando el cumplimiento de su promesa. La Ascensión no es una despedida, sino el comienzo de una nueva presencia de Jesús en nuestras vidas. Sigamos su ejemplo y vivamos con fe, alegría y esperanza.
Este VI Domingo de Pascua, las lecturas nos invitan a vivir en comunión y guiados por el Espíritu Santo. En la primera lectura, vemos cómo los apóstoles, con la ayuda del Espíritu, toman decisiones para el bien de todos, evitando imponer cargas innecesarias. El salmo es una alabanza universal que nos recuerda que toda la tierra debe alegrarse en Dios. En el Apocalipsis, se nos muestra una visión de esperanza: la ciudad santa, luminosa y sin necesidad de templo, porque Dios mismo es su luz. Finalmente, en el Evangelio, Jesús promete a sus discípulos la ayuda del Espíritu Santo, que les enseñará y recordará todo lo necesario para seguir caminando en la fe. Estas lecturas nos animan a confiar en el Espíritu, a vivir con alegría y a reconocer que Dios está presente, guiándonos con amor y sabiduría. Que esta palabra fortalezca nuestra fe y nuestra comunidad.
Las lecturas de este domingo nos hablan del fruto del amor cristiano y de la esperanza que brota del encuentro con Dios. En los Hechos, Pablo y Bernabé regresan a animar a las comunidades, compartiendo las maravillas que Dios ha obrado por medio de ellos. El salmo nos invita a alabar a Dios, nuestro Rey, por su grandeza y ternura. En el Apocalipsis, se nos revela la promesa de una creación nueva, donde no habrá más dolor ni llanto, porque Dios mismo habitará con su pueblo. Y el Evangelio de Juan nos deja el corazón del mensaje cristiano: el mandamiento nuevo del amor fraterno, signo visible de que somos verdaderamente discípulos de Jesús.
Este domingo, la liturgia nos invita a contemplar a Cristo como el Buen Pastor que guía con amor a su rebaño. En la primera lectura, los Hechos de los Apóstoles nos muestran cómo la predicación del Evangelio se abre camino hacia los gentiles, señalando el alcance universal del mensaje de salvación. El salmo nos recuerda que somos el pueblo de Dios, ovejas de su rebaño, llamados a seguir su voz. En el Apocalipsis, se nos presenta la visión esperanzadora del Cordero que conduce a los suyos hacia la vida plena. Y en el Evangelio, Jesús afirma con ternura que sus ovejas escuchan su voz, y que nadie podrá arrebatarlas de su mano. Un mensaje de confianza, fidelidad y vida eterna.